Cuando terminas de escribir un libro y lo publicas empieza la incertidumbre. Llega el momento del trabajo arduo, porque quieres que se lea, empiezas a disfrutar el compartir aquello que escribiste en soledad con otras personas y sentir que estás en la onda de alguien "siento lo mismo que tú manifiestas, pero no sé expresarlo", "me siento identificado" "ha sido un placer leerte" y tantas otras expresiones que te envuelven en un inexplicable sentimiento cálido, de complicidad... Enorme contraste con la gran dificultad que tienes en conseguir que tu obra sea leída, llegue a las manos de aquellas personas que, sabes, podrían disfrutar con su lectura. Una meta inalcanzable.
Bien, pues aquí está mi nuevo libro. Como a un hijo que abandona el hogar, le deseo un afortunado camino.