Entre las calles de la pequeña aldea de Tíscar se colaba el viento, cargado de frío, después de deslizarse desde los riscos calizos que la circundaban por el norte. Era escaso el trasiego a primeras horas de la mañana. Los hombres habían salido ya hacia el campo y solo algunas mujeres, con el cántaro de barro apoyado en la cadera, se dirigían a la única fuente del entorno, para recoger una carga de agua.
Las mujeres, figuras negras veladas por la suave niebla matutina. Tupidas medias negras, negro pañuelo en la cabeza y un amplio chal del mismo tono hasta cubrirles la boca. Delantal gris, toque único de color en su bruna indumentaria. Vicenta era joven para vestir tan negro. Se había casado joven y era joven también cuando, uno tras otro, trajo al mundo cinco hijos. Con los niños pequeños, necesitando aún muchos cuidados, le llegó la noticia. Blanco como la cal tenía el rostro el hombre que la trajo. En suerte le había tocado esta misión que él no quería. Al verlo, la mujer preguntó recelando:
-¿Qué le ha pasado a mi marido?.
-Ha sido un tren –contestó el hombre -No se pudo evitar. Se escurrió al cruzar la vía. José iba muy deprisa y no vio el tren que se le acercaba.
En la aldea todos eran una gran familia y Vicenta no se sintió sola en aquel trance. Aunque humildes, sabían compartir lo que había, si alguien necesitaba ayuda.
Datos personales
- Mari Carmen
- Granada, Spain
- Nací en Cazorla (Jaén), el rincón más entrañable del mundo para mí, allí pasé mi infancia y primera adolescencia. Después en Madrid 16 años, ciudad generosa que acoge a todo el mundo, pero demasiado grande para mi alma rural. Por último en Granada ya más de 20 años, fue el paraíso encontrado después de salir del centro de Madrid. Licenciada en Historia Antigua, la enseñanza ha sido mi principal ocupación.
viernes, 3 de septiembre de 2010
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1 comentario:
Me encanta ver escritos estos relatos que acompañaron mi infancia y adolescencia, abrigada al calor de la mesa camilla, mientras toda la familia hacíamos larguísimas sobremesas.
Me traen cerca olores y gestos de mis abuelos.
Y un día, cuando mis hijos sean un poco más mayores, compartiré con ellos todas estas historias, para que sigan vivas, y para que sientan por su familia el mismo cariño que yo siento.
Por los mejores abuelos que pude tener, buenas personas, cálidos, cariñosos, honestos,.....los echo de menos, pero siempre estarán cerca.
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