El mes de marzo castigaba aún con mañanas impropiamente frías. Los árboles pelados apenas hacían sombra sobre las aceras húmedas y verdosas por la umbría y el vientecillo inhóspito buscaba cualquier oquedad para colarse. Por eso Isabel mantenía apretada, con la mano que le quedaba libre, la solapa levantada del chaquetón en torno a su cuello. Con la otra mano abrazaba la urna de las cenizas. Se la acababan de dar en una puerta lateral del crematorio. Aún conservaban el recuerdo cálido de las llamas que, en cierto modo, le proporcionaban abrigo y le traían a la mente la calidez del cuerpo vivo de su esposo. Estaba sola. La habían acompañado algunos amigos y vecinos durante el velatorio y también en la ceremonia previa a la cremación. Después todos se despidieron, ella prefirió quedarse hasta recoger la urna. No tenía sentido volver otro día. No quería alargar innecesariamente la ceremonia del desconsuelo. Con paso lento, se dispuso a desandar el camino hasta la puerta principal por la que entró acompañando al cuerpo del esposo, una enorme cancela de forja que precintaba el recinto del cementerio. Sorprendentemente, se encontró de pronto...
Datos personales
- Mari Carmen
- Granada, Spain
- Nací en Cazorla (Jaén), el rincón más entrañable del mundo para mí, allí pasé mi infancia y primera adolescencia. Después en Madrid 16 años, ciudad generosa que acoge a todo el mundo, pero demasiado grande para mi alma rural. Por último en Granada ya más de 20 años, fue el paraíso encontrado después de salir del centro de Madrid. Licenciada en Historia Antigua, la enseñanza ha sido mi principal ocupación.
sábado, 7 de mayo de 2011
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1 comentario:
Muy buen homenaje a la gente anónima, que sin embargo pueden ser durante su vida algo muy importante, para quien tiene la suerte de conocerlos y tratarlos.
De acuerdo en que estas personas merecen mas reconocimientos y premios que muchos de los que la sociedad reconoce "oficialmente".
Para mi gusto, has llevado la reflexión de la esposa por una linea emocional en sus sentimientos, pero a la vez muy racional y dándole su justo valor a los méritos del homenajeado sin que se aprecie un cargar las tintas en las alabanzas.
Lo de "sacerdotisa caminando bajo palio con el símbolo de Dios en sus manos" no me gusta demasiado, hubiese preferido la figura poética de la orgullosa esposa, fuerte y decidida, convencida de que su esposo merece el máximo reconocimiento de los que han tenido la suerte de compartir su vida.
Resumiendo, me ha gustado. DESPEDIDA
Te agradezco el relato y la oportunidad de comentarlo.
Carlos
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