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Granada, Spain
Nací en Cazorla (Jaén), el rincón más entrañable del mundo para mí, allí pasé mi infancia y primera adolescencia. Después en Madrid 16 años, ciudad generosa que acoge a todo el mundo, pero demasiado grande para mi alma rural. Por último en Granada ya más de 20 años, fue el paraíso encontrado después de salir del centro de Madrid. Licenciada en Historia Antigua, la enseñanza ha sido mi principal ocupación.

miércoles, 18 de diciembre de 2019

CREÍA QUE ERA FEMINISTA






Siempre he estado en la creencia de que yo era feminista. Para mí el feminismo era buscar la igualdad entre sexos, que las mujeres no carecieran de ninguno de los derechos que tiene el hombre, que las puertas estuvieran igual de abiertas o cerradas a ambos sexos y sólo dieran paso en función de la valía personal. La lucha para conseguir eso era para mí el feminismo. Ahora el feminismo es otra cosa. No nos importa entrar en aberraciones gramaticales tan fragantes como nombrar a una mujer “portavoza” cuando la voz toda la vida ha sido una palabra irregular, con artículo femenino y terminación masculina, y válida para los dos sexos. Ahora hablamos de “portavoza” ¿y portavozo si se trata de un hombre? Y así muchas expresiones más, sin sentido y analfabetas, con las que no puedo estar de acuerdo y que, por otra parte, no dan ni un ápice más de libertad ni igualdad a las mujeres. Tampoco creo que sea justo para nosotras la discriminación positiva, eso nos humilla. Por ser mujeres no somos, ni mucho menos, disminuidas físicas ni psíquicas que no podamos conseguir nuestras metas, laborales ni de otro tipo, con nuestro propio esfuerzo. Como mujer me siento humillada con esta norma, como ciudadana pienso que en cada puesto debe estar la persona más cualificada, sea hombre o mujer, para conseguir el mejor fin y, como mujer también, madre, hija y esposa de hombres, considero una injusticia para ellos que una persona, con el único mérito de ser mujer, les prive de un puesto que se han ganado por méritos propios.
Ayudar a la mujer si es, como se está haciendo, facilitarle su acceso al trabajo en las mismas condiciones que el hombre, con igualdad de permisos por maternidad-paternidad, con guarderías accesibles, con ayudas económicas a la familia, igual salario para el mismo trabajo…
Si cuando antes decíamos “todos” para referirnos a hombres y mujeres era una forma incorrecta porque obviaba a uno de los sexos, si ahora decimos “todas” con el mismo fin, seguimos con el mismo problema pero obviando al sexo contrario ¿hemos arreglado algo? Se trata de acabar con el problema, no de pasarlo a otro colectivo.
 No me gustan las librerías sólo de mujeres, ni cine sólo de mujeres, como tampoco me gustarían solo de hombres. Estamos juntos en este planeta y me parece una muy buena combinación si somos capaces de establecer realmente la igualdad de oportunidades entre todos y que sólo nos diferencien los méritos personales de cada uno.