Por qué este lugar, tan entrañable siempre, ahora, a mi regreso, carece de vida por completo. La apariencia que ofrece es absolutamente la misma que ha tenido siempre en mi recuerdo, sin embargo nuestro reencuentro es distinto a como lo había esperado y planeado desde hace tanto tiempo.
Estoy aquí, como una ofrenda incondicional, dispuesta a confundirme con todo el entorno, como tantas otras veces, sintiéndome parte integrante de este lugar, molécula hermana de las que configuran todo lo que existe. Los árboles, la justa brisa que los mueve produciendo ese murmullo indescriptible que, desde la infancia, me sugería una especie de oleaje marino. Las casas humildes y las ostentosas. Cada grano de mineral que contribuye a formar el suelo en sus desiguales relieves, tenazmente, hasta perderse en el horizonte. Me confundo con todo lo que existe, contribuyo a que exista, pero hoy no siento nada. Trato de estimular la imaginación, volviendo a actualizar todos mis proyectos, recordando el empuje que producían en mí. Lo recuerdo, pero no lo siento. Qué distinto es saber a sentir. Pretender administrar las propias sensaciones o sentires es una empresa inútil. En este momento, mientras espero, únicamente tengo la sensación de la existencia. Soy sólo eso, existencia. Siento profundamente la placidez del abandono, nada más. Me desplazo unos metros. No debo alejarme mucho de la parada del autobús. Bajo mis pies crujen lentamente los matojos secos de la orilla. Hay un olor cálido y reseco que lo envuelve todo. Respiro con lentitud y me lleno de él por completo mientras sigo desplazándome, en una y otra dirección, alternativamente.
De pronto una leve brisa se desploma...
Estoy aquí, como una ofrenda incondicional, dispuesta a confundirme con todo el entorno, como tantas otras veces, sintiéndome parte integrante de este lugar, molécula hermana de las que configuran todo lo que existe. Los árboles, la justa brisa que los mueve produciendo ese murmullo indescriptible que, desde la infancia, me sugería una especie de oleaje marino. Las casas humildes y las ostentosas. Cada grano de mineral que contribuye a formar el suelo en sus desiguales relieves, tenazmente, hasta perderse en el horizonte. Me confundo con todo lo que existe, contribuyo a que exista, pero hoy no siento nada. Trato de estimular la imaginación, volviendo a actualizar todos mis proyectos, recordando el empuje que producían en mí. Lo recuerdo, pero no lo siento. Qué distinto es saber a sentir. Pretender administrar las propias sensaciones o sentires es una empresa inútil. En este momento, mientras espero, únicamente tengo la sensación de la existencia. Soy sólo eso, existencia. Siento profundamente la placidez del abandono, nada más. Me desplazo unos metros. No debo alejarme mucho de la parada del autobús. Bajo mis pies crujen lentamente los matojos secos de la orilla. Hay un olor cálido y reseco que lo envuelve todo. Respiro con lentitud y me lleno de él por completo mientras sigo desplazándome, en una y otra dirección, alternativamente.
De pronto una leve brisa se desploma...
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